LAS ESTROFAS

Une cada estrofa con su nombre. Fíjate bien en el número de sílabas y en si rima.
¿Qué más consuelo queréis
pues con la vida volvéis?


No será cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera
habitado de pardos ruiseñores.

Recuerde al alma dormida
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida
cómo se viene la muerte,
tan callando;

Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón.

Guarneciendo de una ría
la entrada incierta y angosta,
sobre un peñón de la costa
que bate el mar noche y día,
se alza, gigante y sombría,
ancha torre secular
que un rey mandó edificar
a manera de atalaya
para defender la playa
contra las iras del mar.

Hermosas ninfas, que en el río metidas,
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de vidrio sostenidas;

Agora estéis labrando embellecidas,
o tejiendo las telas delicadas;
ahora unas con otras apartadas,
contándoos los amores y las vidas;

dejad un rato la labor, alzando
vuestras rubias cabezas a mirarme,
y no os detendréis mucho según ando;

que o no podréis de lástima escucharme,
o convertido en agua aquí llorando
podréis allá despacio consolarme.

¡Quién hubiera tal ventura
sobre las aguas del mar
como hubo el infante Arnaldos
la mañana de San Juan!
Andando a buscar la caza
para su falcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar;
las velas traía de seda
la jarcia de oro torzal,
áncoras tiene de plata
tablas de fino coral (...)

La soledad siguiendo,
rendido mi fortuna,
me voy por los caminos que se ofrecen,
por ellos esparciendo
mis quejas de una en una
al viento, que las lleva do parecen;

Cerca del Tajo en soledad amena,
de verdes sauces hay una espesura,
toda de hiedra revestida y llena,
que por el tronco va hasta la altura
y así la teje arriba y encadena,
que el Sol no halla paso a la verdura;
el agua baña el prado con sonido
alegrando la vista y el oído.